Si dejo de luchar por mi salario, dejo de luchar por el cumplimiento de mis propios sueños, de los sueños de mis compañeros y de mis propios alumnos.
No les estaría dando un buen ejemplo a mis alumnos ni a mis hijos, si abandono la lucha estaría enseñando que siempre uno manda y otro obedece, que siempre uno es más fuerte y necesariamente otro es más débil, que cada uno tiene su límite, pero no el propio sino el que le fija un otro.
Al igual que muchos compañeros nosotros no queremos que los alumnos repitan saberes sino que se apropien de los mismos y sean críticos y reflexivos y para ello es necesario que conozcan la realidad política, social, cultural y económica del País, y de allí que la docencia es también una acción política.
Claro que nos importan los chicos, y por ellos mismos no voy a dejar de pelear. No quiero que vean a su profe vencido, frustrado en no poder lograr sus metas; tampoco quiero que mis hijos vean un padre cansado e incapaz de sacar adelante su propia familia, porque uno educa mas con el ejemplo que con la palabra; y quiero volver contento a la escuela, y quiero compartir conocimiento con mis alumnos, y quiero decirles que la única lucha que se pierde es la que se abandona, y quiero que sepan que siempre los voy a ayudar a cumplir sus sueños, y quiero que sepan que cuando luchen y peleen por su dignidad y las de sus familias éste profe va a estar al lado suyo, y quiero demostrarles que sí, hay límites para alcanzar un objetivo, pero que ese límite solo esta en sus mentes y no en el dedo que dice: éste sí, o éste no!
Voy a seguir la lucha por mejor infraestructura, por calidad educativa, por capacitación en servicio, por comedores escolares, por salarios dignos, por una educación popular, y porque fundamentalmente, un maestro luchando también esta educando.
Rafael Soria

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